Theodore Roosevelt dijo: “El mejor ejecutivo es aquel que tiene bastante sentido común para elegir hombres capaces de realizar el trabajo y suficiente control de sí mismo para no intervenir mientras lo están haciendo”.

Las nuevas estrategias organizativas están echando por tierra la antigua posición de poder de los gerentes, y sacudiendo las torres de marfil de las jerarquías. Con objeto de comprender lo que deben hacer los gerentes para lograr mejores resultados en la actualidad, necesitamos comprender la forma en que operarán las compañías de éxito en el futuro.

Hasta épocas recientes, las compañías altamente estructuradas han tenido muy poca presión para hacer innovaciones, y menos para llevar a efecto cambios rápidos a fin de satisfacer las demandas del mercado. En los círculos de negocios norteamericanos existía casi una arrogancia que acompañó a las décadas de grandes beneficios. Eso ya no es factible, pero muchas corporaciones están atrincehradas en conflictos del ego y en crisis administrativas de su propia hechura.

A fin de lograr ahora la flexibilidad necesaria, las empresas deben aprender a modificar su tamaño, a operar con un personal de principiantes en la gerencia central, y a concederles mayor autonomía a los mandos intermedios y al personal que las representa.

Las líneas jerárquicas entre los gerentes y sus subordinados se están desvaneciendo. Esto es especialmente cierto en términos del flujo de información, del control sobre las asignaciones y del acceso a las relaciones externas.

Los gerentes que desean alcanzar el éxito hoy en día necesitarán comprender que, antes de excitarse demasiado con una idea, deben consultar a los demás involucrados en la producción de resultados.

A fin de obtener lo máximo de sus empleados, los gerentes deben reinventar su profesión. El trabajo administrativo está atravesando por un cambio tan enorme y tan rápido, que algunas de las prácticas comprobadas y ciertas ya no son útiles.

Las burocracias antiguas y respetadas están desapareciendo en muchas compañías, a medida que surte efecto el movimiento hacia un personal corporativo escaso, pero comprometido. Las presiones competitivas estan obligando inexorablemente a que las empresas adopten nuevas estrategias y estructuras más flexibles. Las distinciones entre el título, la tarea y el departamento se estan disolviendo frente a la creciente interdependencia y a la importancia de los equipos de trabajo.

Además, algunas organizaciones están sufriendo un cambio a fondo real, ya que tienen que comprar a proveedores externos los servicios que antes eran internos. Estan formando nuevas alianzas sin fronteras, y desarrollando sociedades de proveedor-cliente. De esta manera, las relaciones externas empiezan a tener lugar dentro de la compañía, influyendo en la política y en las prácticas.

En el pasado, cuando las empresas tenían jerarquías rígidas, la mayoría de los gerentes simplemente confiaba en el poder inherente a sus puestos para poner en práctica sus decisiones. Las órdenes de arriba hacia abajo aun son la norma, a pesar de que las investigaciones demuestran que NO es la forma más efectiva de lograr que se hagan las cosas.

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