AUDIO: Parada de Postas en Onda Cero (9-febrero-2018)

Buenas tardes, Arturo,

En una semana de frío intenso, un aparente maremoto hizo acto de presencia en la Bolsa de Nueva York.

El lunes los dos principales índices bursátiles registraron caídas superiores al 4% en un solo día. El pánico se apoderó de Wall Street y el resto del mundo se puso a temblar viendo venir las secuelas.

Algunos analistas han achacado las causa a las previsiones de inflación, la pérdida de confianza y las políticas proteccionistas de Trump.

Sin embargo, la causa real más plausible se encuentra en los llamados robots depredadores. Más de las tres cuartas partes de las transacciones de la bolsa americana y el 35% de las europeas se deben a las máquinas. No se trata de la política o de la incertidumbre, las razones están en el llamado trading algorítmico.

Las máquinas están programadas para resolver problemas matemáticos y lanzar ordenes de compra y venta en consonancia con los resultados. En esta ocasión la mecha la encendió la publicación de la noticia de mayor creación de empleo del esperado en Estados Unidos.

No se trata de la primera vez que las máquinas provocan un crash en el mercado. Se produjo en 2010 y se repitió en 2015.

Estas situaciones reavivan el debate sobre si el hombre maneja la máquina o es al revés.

Esta semana ha estado en Oviedo Josep Prats, gestor de fondos de Abante Asesores. Josep porta 28 años de experiencia en análisis e inversión bursátil. De forma clara y práctica expuso su manera de tomar decisiones de inversión. Los registros de éxito avalaban su procedimiento: centrarse en el análisis fundamental de las empresas. Tres parámetros sencillos: posicionamiento estratégico, beneficios en ciclo completo y múltiplos normalizados, en definitiva estudiar a fondo las empresas y su desempeño en el tiempo.

La gran diferencia entre la máquina y el profesional, radica en el criterio. Los ordenadores son impasibles, rápidos y ahorran gastos de personal, pero carecen de criterio y sus conclusiones dependen de las instrucciones de quienes los han programado.

De estos dos ejemplos, queda una reflexión en el aire: ¿están las máquinas empezando a condicionar a los humanos?.

Arturo, en las decisiones económicas sigo prefiriendo al hombre, con sus fallos, que a las máquinas con sus perfecciones.

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